Quisiera de corazón,
y con el más sincero «te quiero»,
hacerte dar cuenta,
de la inimaginable fuerza que me das.
Es verdad, me caí una,
dos, e incluso tres veces,
pero entonces tú llegaste,
y fue tan solo mirarte cuanto tuve que hacer,
para poder volver a levantarme.
Tú, tú eres la luz que alumbra mis mañanas,
el brillo que ilumina mis noches,
el aroma de rosas que me llena de paz
y las mariposillas que revolotean por mi estómago,
cada vez que conseguimos cruzar miradas.
No sé cuanto más tiempo podré ocultarlo,
solo espero que no tardes demasiado en asimilarlo.
Prometo nunca hacerte daño,
y nunca dejarte apartado de mi lado,
así que ojalá me aceptes, y también quieras
recorrer este camino conmigo.