El comienzo del verano estaba marcado por el sonido de las moscas chocándose, tozudamente, contra los cristales de las ventanas cerradas durante el día como barrera para el calor.
En sus 47 años de vida nunca salió de aquella ciudad, ni de la frontera invisible que marcaba los límites del barrio.
Durante esos meses le gustaba sentarse, en el balcón del pequeño piso, a disfrutar del olor de la colada recién hecha colgada al sol.
María González/ Virginia Pedrero, En la ciudad, una esquina
Samuel Olalla says
Es una forma que nunca habia visto de sencillez, ¿por qué irse lejos? A veces, lo mejor está cerca, en el barrio con tus amigos y no en un hotel de 5 estrellas con playa impresionante y unas vistas espectaculares. Sí que es verdad que pasarse un verano sin quedar o sin salir de tu casa, simplemente limitarse al pequeño balcón de tu piso puede ser un poco excesivo. Sin embargo, como para todo, para gustos colores.
Lina Kaddour says
Me resulta curioso, no entiendo por qué la mujer no sale de esa ciudad, lo primero que se me viene a la cabeza es que ocurrió algo que no le gustó y se siente más a salvo dentro de esa ciudad. También cabe la posibilidad de que sea un amujer que prefiere estar en su casa tomando algo en su pequeño balcón. Desde mi punto de vista es mejor aprovechar la vida, porque vida solo tienes una. Yo saldría fuera a viajar y disfrutar con mis amigos y familiares, y no quedarme con varias moscas en un pequeño apartamento. Eso sí, como dije antes, si ella disfruta dentro de su casa, muy bien, todo el mundo tenemos diferentes puntos de vista.
María Pena says
Este texto es muy sencillo. Trata de una mujer de 47 años que no sale de su ciudad ni siquiera en la época de verano. En mi opinión, esta mujer es feliz tal y como está. A veces no nos damos cuenta de que tenemos todo lo que necesitamos para estar felices. Siempre intentamos buscar el bienestar y la comodidad y no nos damos cuenta de que ya los tenemos. No hace falta ir a ningún sitio para estar contento o alegre, simplemente tenemos que abrir los ojos y darnos cuenta de que la tenemos delante. Cada uno disfruta las cosas a su modo; esta mujer lo disfruta así: sentada en su balcón, escuchando el ruido de las moscas pasar y disfrutando del olor de la colada recién hecha. Cada uno disfruta a su manera.