Hasta mediados del siglo XVI, los fieles católicos comían huevos sin ningún reparo los días de vigilia, e incluso en Cuaresma, porque las autoridades eclesiásticas consideraban que, de acuerdo con el relato del Génesis, aves y peces, al haber sido creados el mismo día, procedían igualmente del mar y, por tanto, no habían de ser considerados como carne. Sin embargo, el papa Julio III cambió de opinión hacia 1552, prohibiendo los huevos como alimento de Cuaresma. En esta prohibición se halla el origen del simbolismo de los llamados ‘huevos de Pascua’, que hacían cocer en un baño de granza y eran presentados, para su bendición, en el Viernes Santo y comidos tradicionalmente e el Domingo de Resurrección, durante el banquete pascual.
Gregorio Doval, El libro de los hechos insólitos